En el futuro, todo a nuestro alrededor se manejará por datos y quien los tenga, tendrá poder. Inevitablemente, viviremos en una sociedad grabada y registrada, en donde todo será capturado. Entonces, ¿será posible (o deseable) el anonimato? ¿Cómo vivir en una sociedad donde todo lo que dices y los lugares a los que vas es capturado?
Con estos interrogantes comenzó la charla keynote de Andrew Lee, CEO de ESET Nortamérica, en la quincuagésima primera edición de SEGURINFO Argentina 2015, el reconocido Congreso Iberoamericano de Seguridad de la Información. Una vez más, estamos participando de la conferencia y desde We Live Security en Español les ofreceremos una cobertura para que no se pierdan lo mejor de lo que sucede aquí.
Datos infinitos, al alcance de todos
En su presentación “Data Immortality – The future of everything”, Andrew Lee se refirió a la inmortalidad en muchos sentidos: claro que hubo personajes eternos como Miguel Ángel, pero ahora tenemos "la posibilidad de todas las ideas", como decía el escritor argentino Jorge Luis Borges. Por el contrario, en la antigüedad hubiera llevado mucho tiempo adquirir todo el conocimiento para volverse expertos, y no podían captarlo todo; hubiera tomado toda una vida adquirir el conocimiento completo. Pero mientras digitalizamos el mundo, más de nosotros nos volvemos inmortales, porque podemos acceder al conocimiento de toda una vida a la velocidad de la luz.
"Con solo ver a una persona, quizás con un software de reconocimiento facial, puedo saber quién es. Y como seguramente está en redes sociales, puedo saber dónde trabaja, dónde vive, qué cosas le gustan y, con eso, cómo es. Y puedo saber mucho más de lo que era posible saber en el pasado", aventura Lee en un auditorio repleto. Básicamente, vivimos nuestras vidas en datos.
Pensemos que el cerebro contiene 2.5 petabytes de información; y cada día en 2012 se crearon cerca de 2.5 exabytes de datos. ¡Esto equivale a 2.500 cerebros por día!
Entonces, quien controla todos esos datos controla el futuro, y controla el pasado, similar a lo que planteaba George Orwell en 1984. Porque, en este mundo del futuro, es posible cambiarlo y alterar la información para que no sea distinguible de la verdad y tengamos múltiples versiones de ella. Incluso hoy, si vemos en la televisión la misma transmisión de noticias vemos distintos aspectos y cómo se manipulan, cómo cuentan historias diferentes.
Las percepciones del mundo varían según quiénes somos y dónde estamos. Pensemos que con buscar la misma letra en Google obtenemos resultados diferentes ya desde las sugerencias de búsqueda. Como dijo otro célebre escritor argentino, Julio Cortázar: "La memoria es un espejo que miente escandalosamente".
Pero, ¿quién es el dueño de este yo digital? Todo está en manos de un tercero, y está siendo almacenado y compartido con otras terceras partes (gobiernos, empresas, retailers, compañías de seguro médico, etc.) que tal vez ni sepamos. El orador imagina un hipotético caso en el que, teniendo acceso a los registros médicos de un paciente, se sabe que tiene problemas del corazón -y que ordenó manteca en el supermercado, que se le trajo a su domicilio y que está guardada en su heladera inteligente. Como consecuencia, la compañía decide no seguir ofreciéndole seguro médico.
Estos datos son nuestra identidad digital, son nosotros tanto como nosotros mismos. Se pueden buscar y rastrear, y son tan reconocibles como la persona. Aquí entran en juego los metadatos.
¿Qué pasa si los algoritmos no son lo suficientemente buenos?
Es necesario considerar que quizás los algoritmos utilizados en la recolección de datos hacen malas predicciones, y sirven solo lo suficiente, apenas para recolectar y proveer los datos. Si hay un funcionamiento errático, puede ser gracioso que, por ejemplo, nos recomienden algo que no nos interesa en una determinada plataforma web, debido a que se malinterpretaron nuestros gustos e intereses. Pero pensemos nuevamente en un tema de índole médico… los malos algoritmos, se anima a decir Andrew Lee, son más dañinos que los buenos.
Como la información está abstraída, se pueden hacer cálculos en base a ella, pero se adivina en relación a cosas que pasaron en el pasado y generalidades, y esto puede no ser eficiente en todos los casos. La precognición digital podría ser tan buena como la nuestra, mejor, o peor.
En este sentido, un mal algoritmo podría devenir en un "cáncer digital": una enfermedad causada por la replicación descontrolada de datos anormales en un set de datos.
Cómo ser inmortal en la era digital
¿Qué tal si ahora amenazar a alguien con la inmortalidad es peor que amenazarlo con la muerte?, plantea el orador. "Si te digo que nunca te daré seguro médico, o nunca borraré tal registro criminal, hablo de registros imborrables, eternos.
Todo esto nos permite ser más y hacer más, pero debemos asegurarnos de que nos beneficia y no es una práctica cuyo único resultado es que se creen más algoritmos para compartir nuestra información. "La privacidad es la nueva frontera de la seguridad. Irónicamente, más transparencia generará mejor privacidad, si sabemos cómo funcionan y para qué se usan, de manera que podamos controlarlos".
Mientras tanto, los dispositivos del Internet de las Cosas (IoT) buscan requerir poca energía, ser de bajo costo y bajo mantenimiento; y su seguridad requiere actualización. Ya en repetidas ocasiones hemos hablado de los aspectos de seguridad relacionados a los dispositivos conectados a Internet. Pero, ¿y si en el futuro tenemos otros que nos permiten saber cuándo alguien está mintiendo por cómo se altera su ritmo cardíaco?
Ya somos seres digitales, y no porque usemos tecnología. Cuando un comercio nos prohibe usar cámaras fotográficas, pero para comprar o evaluar determinado producto nos invita a escanear un código QR, vemos que el mundo ya va cambiando hacia uno con lo digital presente en todos los ámbitos. Es cuestión de que nos adaptemos a él con la rapidez suficiente.
Para seguir de cerca lo que sucede en SEGURINFO 2015, sigan nuestra cuenta de Twitter @ESETLA.