Internet es una parte esencial de la vida cotidiana que conecta a miles de millones de personas en todo el mundo y permite la difusión de información, el comercio, la comunicación y colaboración a una escala sin precedentes.
ARPANET (Advanced Research Projects Agency Network) fue el precursor de la Internet moderna. Nació de la necesidad de comunicaciones sólidas durante la Guerra Fría.
Su arquitectura descentralizada y el uso del protocolo TCP/IP sentaron las bases para la expansión de Internet tal y como la conocemos, convirtiéndola en una herramienta esencial para la sociedad global que catalizó una revolución en la forma en que las personas se comunican e interactúan.
Cómo comenzó
La colaboración entre la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada (ARPA, por sus siglas en inglés) y Bolt, Beranek y Newman Inc. (BBN), en 1966 marcó el comienzo del proyecto que se convertiría en ARPANET. BBN fue contratada para llevar a cabo un estudio de viabilidad sobre una red de comunicaciones robusta, que culminaría con el diseño de ARPANET.
El 29 de octubre de 1969, un evento aparentemente trivial marcó el nacimiento de una revolución que cambiaría para siempre la forma en que la humanidad se comunica y comparte información. Charley Kline, estudiante de la UCLA (Universidad de California, Los Ángeles), se sentó frente a una terminal de computadora y tecleó un comando destinado a otra computadora del Instituto de Investigación de Stanford, ubicado a unos 560 kilómetros.
El comando era simple: “Iniciar sesión”. Sin embargo, este gesto aparentemente insignificante resultó en un error que provocó que el sistema de Stanford se bloqueara después de recibir solo las dos primeras letras.
Fue un tropiezo, pero de ese tropiezo nació ARPANET, una red de comunicación que revolucionaría el mundo. La visión de una red que no dependiera de un único punto central y que pudiera adaptarse a los fallos e interrupciones de la comunicación pronto se convirtió en la columna vertebral del proyecto.
Contrariamente a lo que mucha gente piensa, su propósito original no era controlar los sistemas de defensa nuclear, sino crear una red de comunicación que permitiera a los diversos centros de investigación involucrados en los proyectos ARPA comunicarse, compartir información y recursos. Existía la necesidad de generar una red de comunicación robusta y descentralizada, que podrían sobrevivir a ataques nucleares.
ARPANET alcanzó un hito importante con la creación de la primera conexión entre cuatro universidades destacadas: UCLA, Stanford, UC Santa Bárbara y la Universidad de Utah. Esta conexión pionera empleó el revolucionario concepto de conmutación de paquetes: En lugar de enviar información como un flujo continuo, los datos se dividieron en pequeños paquetes que podían transmitirse individualmente y volver a ensamblarse en el destino. Este enfoque innovador permitió que la red fuera resistente a fallas, ya que incluso si se interrumpía una ruta de comunicación, los paquetes de datos podían encontrar rutas alternativas a su destino.
ARPANET no ha parado de crecer y evolucionar. En 1973, ya conectaba 37 nodos de comunicación en todo Estados Unidos. Además, comenzó a adoptar el protocolo TCP/IP (Transmission Control Protocol/Internet Protocol), que se convirtió en la columna vertebral de la comunicación por Internet. Estableció un estándar que permitía que diferentes tipos de computadoras se comunicaran de manera efectiva a través de la red, asegurando que la información pudiera fluir libremente entre sistemas heterogéneos.
La expansión de esta red a otros países comenzó ese mismo año, con una institución de investigación en Noruega. Poco después, se añadió un nodo en Londres, lo que marcó los primeros pasos hacia una red global que terminaría abarcando a todo el planeta.
Su legado
Aunque ARPANET fue desmantelada en 1990, su legado perdura en la forma de Internet global. ARPANET, por su capacidad para sobrevivir a fallos y ataques, así como por su carácter colaborativo, tuvo un profundo impacto en la forma en que las personas y las instituciones se comunican y comparten información. Su importancia va mucho más allá de la simple creación de una red informática: sentó las bases para la revolución digital que cambiaría el mundo contemporáneo.
Su naturaleza colaborativa es uno de los aspectos más notables de su historia: Al conectar instituciones de investigación y universidades, la red ha fomentado la colaboración entre científicos e investigadores. El intercambio de información se ha vuelto más rápido y eficiente, lo que permitió la colaboración en proyectos de investigación y el intercambio de resultados. Los científicos pudieron comunicarse y colaborar en tiempo real independientemente de su ubicación geográfica, lo que supuso un avance significativo en ese momento.
El envío de correos electrónicos, una de las primeras aplicaciones desarrolladas en ARPANET, revolucionó la comunicación a larga distancia y permitió a las personas enviar mensajes de una computadora a otra, creando una forma de comunicación rápida y eficiente. Con el tiempo, esta tecnología evolucionó hasta convertirse en los sistemas de correo electrónico que utilizamos hoy en día, desempeñando un papel crucial en la comunicación moderna.
Además, ARPANET promovió el desarrollo de sistemas de archivos distribuidos, lo que permitió el almacenamiento descentralizado de datos. Esto significaba que la información ya no estaba vinculada a un único servidor central, lo que hacía que la red fuera más resistente a los fallos. Incluso si un nodo de comunicación fallaba, se podía acceder a los datos desde otras ubicaciones, lo que garantizaba una mayor estabilidad y disponibilidad.
ARPANET no solo sentó las bases de la Internet moderna, sino que también cambió la forma en que la humanidad se comunica y comparte información, aceleró el progreso científico y tecnológico, y, en resumen, transformó el mundo contemporáneo al permitir una comunicación y colaboración sin precedentes.